julio 07, 2013

María Gabriela Epumer (Buenos Aires, 1 de agosto de 1963 - ibídem, 30 de junio de 2003)


A diez años del fallecimiento de la compositora, cantante y guitarrista, compartimos la nota de Sergio Marchi, publicada en el suplemento Radar de Página/12 del día de hoy.




La calma en la tormenta



Por Sergio Marchi


     La muerte de María Gabriela Epumer, de la que se cumplen diez años, fue una falla en el sistema: si había alguien que por su modo de vida no podía morir, era ella. Buscaba la luz, el día, la claridad y la serenidad; era lo anti dark. No prolongaba las noches, no frecuentaba toxicidades y sin embargo tampoco era una santa. Sus costumbres eran muy sanas, de acuerdo, pero formaban parte de su credo personal y nunca criticaba a nadie por no seguirlas. Podía divertirse como cualquiera, y sus comentarios maliciosos eran la delicia de sus compañeros. Por eso, Charly García, que siempre la adoró y sintió muchísimo su muerte, la apodó Dead Mosquit. Ella a su vez lo bautizó El Niño, por los continuos desplantes de García, pero también por la corriente del mismo nombre que desataba huracanes, tempestades y arrasaba ciudades. Era apropiado.

     Las chicas de su tipo no suelen abundar en el rock. María Gabriela prefería brillar tenuemente a concitar las luces de los reflectores; buscaba perfeccionarse a través del estudio y era capaz de ser una de las pocas mujeres en un seminario de Robert Fripp y hacerse respetar por todos los hombres. Era una chica fácil, en el buen sentido: estar con ella era agradable por la virtud de su silencio, pero no por callarse las cosas. En Gabriela residía una cualidad zen de observación quieta y detenida... hasta que hacía una acotación de esas bien pícaras y todos estallaban en carcajadas. Era un personaje querible y admirable. El rock sintió su pérdida enormemente.



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