marzo 09, 2008

Jane Birkin-una voz delicada y sin artificios se presentó en La Trastienda

Algo más que un encanto irresistible se lució en La Trastienda Club, con su encanto puro

Recitales de Jane Birkin, con Christophe Cravero (piano y violín), Thomas Coeuriot (guitarras, arpa, banjo) y Frederick Jacquemin (batería, percusión, bajo).
Arreglos y dirección musical: Frank Eulry. Ayer y anteayer, en La Trastienda Club.

La que asoma en el escenario de La Trastienda, remera negra y jeans, pelo suelto, sonrisa pronta, eterna silueta adolescente, es la Jane Birkin de siempre: linda, desenvuelta, vivaz, sin sombra de divismo. No viene en plan de seducción porque ya no juega a la Lolita andrógina, sexy y desenfadada que moldeó sobre ella Serge Gainsbourg, pero lo mismo le sobran armas para seducir: el despreocupado aire juvenil; el gesto natural; la confianza que da el seguro dominio de la escena; la vocecita, que se afina hasta la delicadeza de un hilo, chispea cristalina cuando el ritmo se vuelve juguetón o se agrava apenas si las palabras invitan a la melancolía o hablan de sentimientos. Y también la belleza, claro, que perdura y hasta se ha hecho más plena ahora, con las tenues señales de los años vividos transparentándose en un rostro felizmente libre de correcciones quirúrgicas.

Encanto puro, sin artificios. Está presente, si no desde la primera canción ("My Secret", de Beth Gibbons), desde la segunda, "Di doo dah", hecha a su medida -e inspirada por ella, como tantas otras-, por Gainsbourg. Y termina de cautivar a una Trastienda repleta cuando poco después baja a cantar "Sans toi" en la platea y aprovecha los tramos instrumentales para abrirse paso entre sillas, mesas y gente, y seguir con la inspirada creación del cantautor francés desde todos los rincones del local, arriba y abajo. A esas alturas, ya todos se han rendido a su ángel y las miradas la siguen esté donde esté: Jane tiene luz propia. Hace falta que sus músicos produzcan bastante más que un mero apoyo sonoro para que la atención se desvíe de la figura de la protagonista y se dirija hacia ellos, y eso sucede a menudo porque la elegancia y la inventiva de Frank Eulry se revelan en arreglos alejados de cualquier formato convencional y porque los tres multifacéticos instrumentistas (en especial el pianista y violinista Christophe Cravero) los realzan en interpretaciones impecables.

Pop, jazz, folk dialogan fluidamente con la chanson y la enriquecen; las delicadezas sonoras abundan tanto en los clásicos de Gainsbourg como en las piezas de otros autores: desde "Strange Melody", de la citada vocalista de Portishead, a "Home", del irlandés Neil Hammon, y del conocido "Leãozinho", de Caetano, a "Alice", de Tom Waits.

Gainsbourg, presente

Ya ha entrado en escena el otro (invisible) protagonista de la noche: "Letrista mayor, renovador de la canción francesa", como Jane lo define. Gainsbourg volverá una y otra vez al programa con su sentido del humor, sus juegos de palabras, su provocación, sus rimas complejas y su enorme talento para la melodía. "Fantasmas, vengan a disfrutar de la fiesta con nosotros", convocará ella un rato más tarde, cuando después de haber hablado largamente (mitad en francés, mitad en inglés) del artista al que ha quedado inseparablemente ligada, cuente que tuvo la feliz ocurrencia de acompañar las palabras de "Image fantôme", de Hervé Guibert, con la maravillosa "Pavana para una infanta difunta" , porque Serge amaba tanto los textos del poeta tempranamente desaparecido como la sugestiva partitura de Ravel.

Ya se ha manifestado en pleno también su condición de actriz. Se la aprecia no sólo cuando recita textos como el citado o cuando entabla el diálogo de "Je m appelle Jane", una canción a la Gainsbourg que escribió con ella el francés Mickey, sino en cada pieza que sabe convertir en un pequeño esbozo dramático. En algunos casos parecen pedirlo los propios textos, como sucede en "T as pas le droit d avoir moins peine que moi", "L aquoiboniste" o la muy aplaudida "Quoi". En otros, porque las palabras expresan emociones o preocupaciones personales. Así fue con "Aung San Suu Kyi", que dedicó a la líder opositora en Myanmar. Y con "Je suis venu te dire que je m en vais", en cuyo texto se confundía el sentimiento que la embargaba al acercarse el inminente final de una noche en que la respuesta calurosa del público había dejado profunda marca en su sensibilidad.

Casi puede apostarse que volverá.

*nota aparecida en La Nacion 9/3/08.

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