marzo 30, 2007

MARISA MONTE: De lo particular a lo universal

De lo particular a lo universalDe la música como una necesidad vital, de los viejos sambistas como maestros, del cruce del lenguaje contemporáneo con canciones que cumplieron mas de cincuenta años de un show donde la protagonista se anima a quedar en penumbras, habla Marisa Monte, la voz mas cautivante y seductora de la música brasilera.

Es imposible no guardar silencio frente a ella. Incluso cuando la oportunidad del encuentro tiene que ver con una entrevista. Hay algo en su presencia que predispone a escuchar, tal vez el remedo de la caricia de su voz a través de los discos. O sencillamente porque parece tan dispuesta a abrir su mundo como un río de montaña que apenas encuentra el cauce entre las piedras empieza a fluir en torrente, generando notas, imágenes, ganas de sentir el frío del agua en la cara y ponerse una también a hacer lo suyo. Marisa Monte inspira. Inspira saber que a pesar de haberse convertido en una de las voces más potentes y representativas de la nueva música de Brasil, ella nunca deja de nombrar a sus compañeros, de hacer honor a esos con quienes comparte horas de estudio, el placer por la canción terminada y por ese diálogo entre los instrumentos que quien escucha un disco recibe como una caricia, como un mensaje encerrado en una botella y que, lanzado al mar del público, puede ser abierta tantas veces como sea necesario para demostrar que el tiempo es una contingencia cuando el arte se instala y consuela a las almas sensibles. ¿Por qué si no esa necesidad de correrse del primer plano ahora que sus shows hipnotizan públicos tan diversos como los que se pueden encontrar en Japón, Australia o Argentina?

–Es que es muy loco. La música está hecha de complicidades, conversaciones, guiños entre quienes tocamos y los instrumentos. Y después, en la puesta en escena, se insiste en que una vaya adelante, cegada por las luces, con la banda atrás sin ver más a nadie. Yo no quería eso –dice Marisa, esa mujer de altura envidiable y una serenidad que ni siquiera el borbotón de palabras que no cesa de salir de su boca alcanza a borrar de su rostro–. Ella no quiere estar al frente, quiere estar en el centro, rodeada del calor de sus músicos –diez serán los que estén esta misma noche en el escenario del Gran Rex– dispuesta a contestar los desafíos musicales que le propongan el violao o el ukelele, las cuerdas y los vientos, la batería que empezó a tocar cuando apenas tenía nueve años desafiando gracias a la audacia de su madre lo que se esperaba de una niña. La música sí, ¿pero la batería?

–Es que nunca me asimilé a los moldes, ni siquiera de adolescente me gustaban la playa o los shoppings.

Y es una fortuna, se podría decir. Porque si esta carioca se hubiera rendido al sol seguramente no tendría esa piel tan blanca que la roba del molde contemporáneo y le da un aire clásico. Fuera del tiempo, pero también capaz de permanecer más allá de la época.

Tiene algo profundamente femenino esto de elegir el círculo por sobre cierta estructura jerárquica que tienen los shows, con el protagonista al frente.

–Puede ser, yo elijo el centro porque es como me gusta estar: centrada. Y también rodeada por quienes trabajan conmigo. Además es ridículo quedarse sola cuando la música es un diálogo. No podría decir que vamos a estar en círculo porque la estructura es más parecida a cuando dentro de una orquesta se busca la mirada del maestro y de los compañeros. Yo necesito ese contacto visual, y por supuesto a mis compañeros.

Pensando en sus compañeros, ¿siempre compone con Carlinhos Brown?

–Tengo otros compañeros además de Carlinhos, está Arnaldo Antunes, por supuesto. Y otros músicos que están conmigo hace diez o quince años. Pero yo soy abierta a encontrar nuevos compañeros de ruta, siempre es necesario estar en conversación con más de uno. Lo que sucede es que con algunos como Carlinhos o Arnaldo hay una gran intimidad que genera cosas muy interesantes, es consecuencia de los Tribalistas. Yo he madurado mucho con ese trabajo, también en el sentido de seguir buscando alrededor otras voces. En mi horizonte también está Adriana Calcanhoto, está Seu Jorge. Está muy bueno que estén porque han renovado el panorama y han abierto diversos caminos de búsqueda. Y además tengo la confianza de que puedo levantar el teléfono a la una y media de la mañana y que me atiendan o bien que me digan ahora no Marisa, ahora estoy durmiendo.

Seis años habían pasado desde su último disco hasta que se dio cuenta de que tenía entre las manos un repertorio tan frondoso que uno solo no le alcanzaría para expresar todo lo acumulado en ese tiempo. Un tiempo en el que fue madre y se dio cuenta de que si cantar es como respirar, eso era algo que podía entregarle a su hijo. Así es como lo calma: pidiéndole que cante en lugar de contar lo que le pasa, aun cuando lo que le pasa sea un berrinche. Porque así, contando y cantando, es como los berrinches se pasan y se convierten en emoción, en aire que entra y aire que se libera. Y con esa calma que traen los descubrimientos cotidianos es como alumbró Universo a mi alrededor e Infinito particular. Dos piezas bien distintas que, como bien rezan los títulos, van de la periferia al centro más íntimo. Del homenaje necesario al samba, esa música con la que creció, a la voz de su hijo registrada en una canción. Haciendo un esfuerzo por sintetizar, ¿qué es lo que quiere comunicar en estos discos? –Creo que es lo mismo de siempre: mucho de lo que yo soy, de lo que a mí, más allá de querer decir, se me impone como necesidad de expresión, de poner en notas y palabras sentimientos compartidos. Básicamente, lo que me interesa transmitir son las cosas que aprendí con la música: autoconocimiento, cierta filosofía que también se encuentra en otros músicos como Cartola, Caetano (Veloso), Nelson Cavaquinho, Chico Buarque. Cuando estos artistas se revelan a través de la música revelan mucho de la naturaleza humana. Buscan tener una relación pura con lo que hacen, honesta. Y a través de cantar están hablando con el corazón, dándoles forma a expectativas, deseos sencillos como encontrar a alguien, de estar con alguien o estar sola, de estar en un lugar mejor.

¿Ese deseo de comunicar es consciente o se le revela cuando compone?

–Siempre, en un primer momento, intento esclarecer un pensamiento sobre algún tema, en el momento de la composición trato de buscar de elaborar un enfoque nuevo sobre aquel asunto. Y en algún momento se aclara y está la canción. No tengo una sola cosa que comunicar, a veces es la música la que se comunica conmigo. Básicamente, la música se me presenta y yo soy consecuente con ella.

Supongo que ése será el momento del placer: cuando las partes se unen.

–Seguro, cuando sentís que pudiste abordar un asunto de una manera interesante, transformadora, ese momento es de mucha alegría.

Pero imagino que, como en todo trabajo creativo, tendrá dudas de poder lograr ese “abordaje transformador”.

–Yo no suelo dudar, lo siento y confío en lo que siento. El tema es que la materia prima de la música es abstracta, lo que da temor en todo caso es no poder aferrarla. Es cierto que tengo lápiz, tengo papel, pero sobre todo lo que una tiene y se le pueden escapar son notas, frecuencias, una se sienta con alguien y conversa pero todo está en el aire, es intangible. Y eso aterra un poco, pero, vamos, la gente sabe cuando algo llegó al final, cuando está completo.

“La gente”, dice, de esa manera intraducible en que lo dicen en Brasil, para hablar tanto en general como de manera personal y única. Y lo cierto es que esa certeza que Marisa Monte dice que la alumbra cuando algo está listo para ser lanzado, como el boomerang que suelen ser las buenas canciones, es tan inspiradora como su generosidad hacia quienes trabajan con ella.

Universo a mi alrededor es el primero de los dos discos que grabó en el mismo año y que aparecieron simultáneamente. Nació después de haber entrevistado músicos de samba cuyas creaciones habían quedado en el fangoso –pero no menos poderoso– terreno de la tradición oral. Hombres como Casemiro Vieira, que a los 90 años se dio el gusto de que alguien grabara una canción suya, de 1944: Perdoa meu amor.

¿Qué aprendió de las entrevistas con los viejos sambistas?

–Aprendí de ellos no sólo en las entrevistas, aprendí porque es la música con la que me crié y también aprendí de sus actitudes vitales, de la pureza de su emoción, de esa necesidad de expresar sentimientos humanos. No son músicos profesionales en el sentido de que no vivieron de la música, no están haciendo canciones porque tienen que grabar un disco o completar un repertorio. El samba es algo que hacen y producen de vez en cuando, cuando los empuja el deseo o también como una manera de mostrar y devolver a la propia comunidad una pintura de sí misma, de sus búsquedas más profundas. Son poetas que expresan su ciudad, sus suburbios, son como padres santos, que tienen una relación completamente desprendida con el arte y expresan a la gente que trabaja, sus creencias verdaderas, apasionadas, esa actitud es muy linda y muy inspiradora y eso es lo que me gustaría rescatar de ellos y es lo que me gustaría de alguna manera homenajear e imitar.

¿Es por eso que habla del samba como de una forma de vida?

–Para mí que nací en Río de Janeiro es una forma de vivir y de sentir, por eso tengo veneración por esa música y por esos bohemios.

Sin embargo, a pesar de la veneración, pudo experimentar con esos viejos temas.

–Cuando empecé Universo... supe que no quería que fuera un disco tradicional de samba. Tiene un repertorio muy clásico pero la producción es muy contemporánea, de hecho elegí a Mario Caldato que produjo a los Beastie Boys, a Björk y a Beck, entre otros. El tiene un lenguaje completamente diverso y por eso pudo buscar un lenguaje propio para el samba. Y además usamos instrumentos que no son típicos del samba: arpa, fagot, violín, cello, gaitas. Y también procesadores de última generación, ligados más a la música electrónica, filtros, procesadores. Eso es lo interesante, el diálogo con la producción contemporánea.
Pero el segundo disco parece mucho más libre todavía.

–Son distintos, aun sabiendo que iba a grabar los dos en el mismo año, quise separarlos bien y buscar dos productores diferentes, dos bandas diferentes, distintos invitados y distinto tiempo de grabación. Hasta que Universo... no estuvo listo no empecé a grabar el otro. Los conceptos son diferentes y los elencos y las maneras de pensar la música también son diferentes. El problema era que además de dos discos distintos también necesitaba que eso que sucedió en el estudio se trasladara a los shows en vivo, por eso tuve que cambiar el arpa, que es tan incómoda para llevar de un lado al otro, por una trompeta. Y entonces me comuniqué con Philip Glass, que pudo escribir partituras para cada instrumento conservando la armonía. Creo que Infinito particular es más mío, surgió de temas que tenía guardados y que ni siquiera recordaba. Es un compromiso más personal con una armonía propia.

¿En la puesta en escena se notarán las diferencias entre uno y otro?

–Seguramente, como se notan en el disco. Pero en general lo que busco en el show es alumbrar la atmósfera de cada canción, porque creo que cada canción, con su arreglo particular, es un mundo en sí mismo. Entonces cada una tendrá su luz, iluminando a los instrumentos particulares que generan esa atmósfera.
Cada disco, entonces, es un mundo completo en donde nada está librado al azar. En todo caso el azar tendrá su turno cuando cada quien lo ponga a sonar. Así sucede con la música, más allá de la intención de quien la alumbra, está el modo en que quien la escucha la vive, se deja acompañar, la llena de sentido. Marisa Monte hace la propuesta, pero esa propuesta no son sólo las canciones sino también cada detalle del arte que convierte a un disco también en un objeto.
¿Por qué eligió no poner ninguna imagen suya en la tapa de los discos?

–¿Y por qué debería ponerla? ¿Acaso el disco deja de ser mío porque yo no esté ahí, en la tapa? ¿Soy menos yo porque en el escenario elija estar en penumbras en lugar de tener el seguidor sobre mí permanentemente? ¿No es redundante, además de hacer dos discos, ponerse en la tapa?

Ella devuelve las preguntas con la sonrisa y la locuacidad que no la abandonan aun cuando sepa que del otro lado de la puerta sigue habiendo periodistas que volverán sobre los mismos temas, o sobre otros, pero siempre sobre ella. Dice que no hay un día en que no tenga que contestar una entrevista, que alguien no la llame para adelantar su paso por cada país al que su voz la lleve. Sin embargo, sigue teniendo ganas de hablar, de comunicar, de entregar la serenidad de quien sabe que hace lo que quiere, lo que más le gusta. Y por eso es que aun cuando alguna vez puso sus propias fotos, las fotos que ella tomó de su mundo privado para acompañar las letras de sus canciones, ahora prefiere convocar a quienes pueden dialogar con ella desde otras disciplinas.

–Para Universo... llamé a Beatriz Milahez, que es una artista que hace collages con envolturas de chocolates. Le pedí algo así, pero con entradas de conciertos, tapas de discos, programas de scolas de samba que yo misma colecciono. Y supo hacer exactamente lo que esperaba. En el caso de Infinito... la tapa negra se impuso. Quise trabajar con Jarbas Lopes, un artista que desarma y funde fotos distintas generando una imagen nueva y también expresando un pensamiento filosófico. Por ejemplo, después de las elecciones en Brasil tomó la foto de un político de izquierda y otro de derecha, las fragmentó en franjas y después las mezcló, a esa obra la llamó Debate. Yo adoro su trabajo. Hizo algo así con dos fotos mías, una en la que estaba sonriendo y otra más melancólica. El resultado era revelador, pero cuando lo reducimos para el disco apenas se veía. Entonces decidí dejar la imagen de tapa ausente y dentro abrir una ventana a ese trabajo por la que se ven mis ojos.

Esos mismos ojos que se guiñarán o sonreirán mientras la música entable su diálogo en el escenario para expresar lo que ella quiere: sentimientos comunes, deseos, homenajes; el placer de estar en el mundo sobre todo, acompañada de música.


Marisa Monte presentará su show Universo particular, hoy y el sábado a las 22 y el domingo a las 21.30 , en el Teatro Gran Rex.


*Nota publicada
(30/3/07) en suplemento Las/12 de Pag. 12.

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